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La involución del papel de la mujer: de la II República al Franquismo (I)

Para Tere.

Si la vida fuese como una quiere que sea, la II República hubiese cumplido, el pasado 14 de abril, 89 años de existencia. En el aniversario de su proclamación, las redes se vistieron con imágenes alegóricas de una mujer con la bandera tricolor. La representación de la República con una mujer no era algo novedoso en nuestro país, ya se había hecho en 1873, pero los derechos y libertades que lograron las mujeres en 1931 con su lucha incansable, sí lo eran. Sin pecar de romanticismo, la II República puso en marcha y vigencia una serie de leyes que, a pesar de quedar lejos de dotar a este país de una equiparación totalmente igualitaria, sembraron en España la posibilidad de un futuro igualitario viable.                                              

Aun así, los cinco años de república no lograron cambiar la sexista visión de inferioridad femenina con respecto al varón, y desde luego el golpe de Estado y de la democracia, orquestado por fascistas y falsos nacionalistas, desviaron completamente a España del progreso y la igualdad, transformando a la mujer en el ángel del hogar, en una mojigata que podía ser reiteradamente violada por su marido, porque no tenía derecho a decir que no a mantener relaciones sexuales, pues su tutela le pertenecía, ya que el franquismo se aseguró de incapacitar a la mujer legislativamente, dotándola del estatus de niña, sometiéndola a cuarenta años de control andrógino. Este artículo tratará analizar el rol desempeñado por la mujer en dos Españas diferentes, la de la libertad y la del miedo.

La mujer libre y trabajadora vs el ángel del hogar

Si miramos las cifras de las mujeres que trabajaban cuatro meses antes de que se proclamase la II República en la tabla 1, se puede observar que solo lo hacían un millón cien mil de doce millones de españolas.  Por otro lado, si analizamos la fila de miembros de la familia se puede ver que siete millones y medio de mujeres identificaban censalmente su principal ocupación en ser miembros de la familia (Núñez,1993:15), lo cual no quiere decir que éstas mujeres no trabajasen, sino que como sigue pasando hoy en día, el trabajo doméstico era considerado una actividad privada y una obligación femenina, por ello ningún varón se identificaba como miembro de la familia; por otro lado, muchas de éstas mujeres ayudaban a sus familias en el campo o colaboraban en el negocio familiar, pero como su obligación era ayudar, jamás se las contabilizó como población activa.

Los subsectores más ocupados por las mujeres eran por orden: el servicio doméstico, la agricultura, el sector textil, la confección, el grupo de las religiosas, el comercio y la enseñanza, por otro lado, el subsector de la minería, metalurgia y construcción destacaban por la casi ausencia femenina, representando un 0,3% en el primero y segundo y un 0,7% en el tercero (Núñez,1993:17). Los cinco años de la república no significaron un cambio abrupto de estas cifras, pero sí asentó una serie de derechos y abrió las puertas a la modernización de lo que podía, o no, hacer una mujer. Así el 18 de abril de 1931 la revista Estampa, de gran relevancia mediática durante los años de la II República, publicaba que Victoria Kent[1] se convertía en la primera española en ocupar un cargo público como directora general de Prisiones (Núñez, 1998:394). Por otro lado, el decreto del 29 de abril de 1931 abrió la veda a las mujeres para opositar a las plazas de notarías, registradores de la propiedad, procuradores de los tribunales y secretarios de juzgados municipales.

Con respecto a los citados derechos se puede destacar el decreto del 9 de diciembre de 1931, el cual anulaba las cláusulas de los contratos de trabajo, que pusiesen fin al mismo de manera automática, en cuanto una mujer se casaba. Dos meses antes se había publicado otro decreto para crear un seguro de maternidad, que diese a las mujeres asistencia sanitaria en el parto, indemnizaciones en metálico, asistencia complementaria, etc (Núñez,1993:20). Este seguro suponía un gran desahogo para la mujer, aunque no cubría a todas las madres afiliadas, pues algunas de ellas no cumplían con los requisitos requeridos, además se planteaba un problema, y es que este seguro se sostenía solo a base de una cuota del salario femenino, en ningún momento se planteó que los hombres debían contribuir a él con su jornal. Pero a pesar de los progresos, todavía se requería la autorización del marido para poder trabajar, así como se prohibía el acceso a las mujeres a ciertas profesiones como ser fiscal, cirujana, militar o policía, basándose en los criterios tradicionales sexistas como la supuesta debilidad y moralidad inferior femenina, que hacía indigna la posibilidad de incorporación a trabajos nocturnos, peligrosos o duros (Núñez,1993:21).

Otra de las cuestiones que no llegó a solucionar nunca la República fue la desigualdad salarial.  En muchas de las ocasiones los salarios de los hombres doblaban a los de las mujeres en los mismos puestos. El paro femenino tampoco era algo que preocupase a los políticos, a pesar de que sus compañeras de partido reclamasen su atención, por ejemplo, en el campo andaluz a finales de 1935 había medio millón de varones en paro, y la cifra de mujeres era superior a ésta. ¿El motivo? La prohibición de que se emplease a la mujer habiendo varones en paro. (Núñez,1993:27) A pesar de las muchas desigualdades que quedaron pendientes de solventar, la lucha feminista de las mujeres españolas logró que se comenzara a aceptar la igualdad como un derecho y una necesidad. Signo de ello es la publicidad de la época, ya que como había pasado en los años 20 en países como Francia y EEUU, los anuncios de cosméticos empezaron a ir dirigidos a la mujer como trabajadora (Núñez,1998:397) y no solo como ama de casa. Un ejemplo de ello se puede ver en un reportaje de Crónica: “La vida rápida. Por tres pesetas, todo incluido, puede usted tomar en menos de ¼ de hora, huevos, pescado y carne servidos en un monumental plato con pan y vino…como estas muchachas que, sin tiempo para ir a sus respectivas casas, comen en pocos minutos en los bares americanos” (Gónzalez,2010:207) .

La II República también supuso dos libertades para la mujer, la civil y la sexual. España a principios de los años treinta era un país semiurbano y semindustrializado, lo que hacía que en las zonas donde había industria, hubiese mayor desarrollo urbano y mayor progreso con respecto al papel social de la mujer, ejemplo de ello es Cataluña, el gobierno de izquierdas de la Generalitat promulgó en 1934 una ley donde dejó establecido que, a partir del 1 de enero del año siguiente, el matrimonio no podía variar de ninguna manera la condición jurídica de la esposa, y el marido no ostentaba su representación ni tenía autoridad sobre ella (Nuñez,1998:426). Por otro lado, los delitos de adulterio dejaron de estar sancionados a partir de 1932. Hasta la fecha la mujer y varón recibían la misma pena con la diferencia de que a la mujer se la castigaba a la primera, mientras que el varón debía reiterar el adulterio para ser condenado. A la despenalización del adulterio, se le ha de sumar la prohibición de que la mujer viuda perdiese la potestad sobre sus hijos, aunque volviera a casarse, así como los bienes de su primer matrimonio. Pero quizás uno de los mayores avances que se hicieron en la II República para la mujer fue la ley del divorcio, una de las más avanzadas del mundo. La parte inocente podía pedir el divorcio basándose en varias causas: adulterio, bigamia, abandono, malos tratos, enfermedad venérea, etc (Núñez, 1998:427). Esto amparaba a la mujer legislativamente para poder huir de maridos que las maltratasen, algo que por aquel entonces era impensable en otras partes del mundo. Si bien es cierto que el peso de la iglesia seguía siendo fuerte y en la práctica no se presentaron muchas demandas de divorcio, siendo más las demandas femeninas que las masculinas (Núñez,1998:427) La república también acabó con la distinción jurídica entre hijos legítimos e ilegítimos, que suponía una discriminación para los segundos. También se prohibió la prostitución, se implantó el matrimonio civil, se reguló el derecho al aborto y se implantaron centros de información para el control de la natalidad (Ussel et al, 1993:60).                 

Todas estas leyes supusieron un gran avance para la mujer, sobre todo porque la liberó del control férreo de la iglesia y aunque faltaba muchísimo trabajo por hacer, sirvieron para introducir en España la mentalidad de mujer moderna, hecho que se aprecia en la publicidad de pastillas  abortivas, así como una mentalidad social más abierta, observable gracias a la prensa con anuncios sobre libros de amor libre, educación sexual y procreación prudencial. Pero la República vio su fin en 1939 con la victoria de los golpistas, que no solo frenaron la mentalidad modernizadora desarrollada durante la II República, sino que además generaron una mentalidad involutiva. Franco reimpuso el código civil de 1889 donde se degradaba a la mujer, incapacitándola a través del artículo 1263, donde se la equiparaba con “los menores no emancipados, los locos y dementes”.


Por otro lado, se anuló la ley del divorcio y se modificó la ley del adulterio penalizando únicamente a la mujer. Además, el hecho de establecer a la mujer como a una menor permitía al régimen justificar que la potestad de sus bienes e hijos le perteneciese únicamente al marido. Durante cuarenta años, la mujer fue a efectos jurídicos la eterna niña, necesitaba permiso para abrir una cuenta bancaria o salir al extranjero y casi que para ir al baño. Con respecto a la mujer trabajadora, como se puede observar en la tabla de población activa en España, para el año 1970 la población activa femenina no llegaba a constituir ni el 23,8% (frente al 81,6% de varones).

¿Pero es que acaso el 86,2% de mujeres restantes no trabajaba? La respuesta es que sí, la mujer era el ángel del hogar, el régimen buscaba hacer de las mujeres las esclavas de la casa, “biologizando” el trabajo doméstico, así decía un manual del hogar de la Sección Femenina:

“¿Qué fin persigue el trabajo doméstico? Cubrir las necesidades materiales y espirituales de la familia. Para esto es para lo que necesita la mujer capacitarse de forma que sepa hacer bien con el máximo rendimiento y en el mínimo de tiempo todas las faenas caseras, y hacerlas de forma que se completen unas con otras y no produzcan doble esfuerzo. La mujer debe saber guisar bien, zurcir, remendar, lavar y planchar, cortar, puericultura y medicina casera; nada conseguirá si no trabaja con método; así como el orden material supone cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa, así también puede decirse en el trabajo del día; una hora para cada cosa y cada cosa a su hora” ( En Heredero,2016:31).

Tres herramientas tenía el franquismo para asegurarse de la subordinación de la mujer, por un lado la imposición de valores sexistas, tradicionalistas y familistas a través de la educación, el Servicio Social obligatorio y el No-Do. La educación será desarrollada en el siguiente apartado; con respecto al servicio social, éste fue creado durante la guerra. Trataba de consolidar el adoctrinamiento doméstico realizado en la escuela, y asegurar la misión maternal y conyugal, que cada mujer debía desempeñar en la vida. Su cumplimiento era obligatorio para todas las mujeres entre los 17 y 35 años, sí se quería poder conseguir los títulos de la enseñanza, conseguir empleo o trabajar dentro de la administración pública (Díez,1995:40). Fue una contribución, que como muestra el documental Cría, Reza y Ama, proporcionó mano de obra gratuita durante casi cuarenta años a guarderías, hospitales, asilos del auxilio social y comedores.

El cine español desde la dictadura franquista siempre ha sido un sector maltratado, pero que, sin embargo, fue utilizado como herramienta de adoctrinamiento, un ejemplo de ello es la canción del beso, cantada por Paquita Rico en la película El Balcón de la Luna, de 1962, una canción aparentemente inocente, pero que si la vemos desde una perspectiva de género, observamos a una mujer perfectamente arreglada y maquillada, bailando bajo un decorado de lujo, recitando lo siguiente: “la española cuando besa, besa siempre de verdad y a mí nunca me interesa besar por frivolidad (…) un beso de amor no se lo doy a cualquiera”[2].

Aunque sin duda, el gran instrumento audiovisual del franquismo fue el No-Do, el noticiero semanal del régimen franquista, que se proyectaba en los cines españoles. Estos noticieros servían de propaganda al régimen y controlaban los roles sociales herméticos, las mujeres podían ver cómo debían ser, en ejemplos como el siguiente: “(…)una buena esposa puede ser una mujer ideal si sabe cuidar a su familia, por eso le gusta realizar la compra personalmente, a medio día vuelve a casa a preparar la comida de la familia no hace falta tomarse mucho tiempo, ya que Ana ha sabido simplificar las tareas del hogar(…) ¿verdad que no es tan difícil con un poco de amor ser una mujer ideal?”[3]

La libertad sexual fue también totalmente reprimida, se convirtió a la mujer en una verdadera mojigata, que llegaba al matrimonio sin ningún tipo de conocimiento sobre su cuerpo o sexualidad. El aborto quedó totalmente penalizado, al igual que la contracepción y la mujer era enteramente esclava sexual del marido, y como esclava jamás podía decir que no a sus impulsos sexuales, lo que permitió jurídicamente que los maridos violasen a sus mujeres durante casi cuarenta largos años. Un relato de ello es el que cuenta la activista feminista y diplomada en derecho matrimonial, Ana María Pérez del Campo, en el documental Cría, reza y ama:

Antes de casar, mi madre me cogió y me dijo

-Mira hija, tú no te asustes pero lo que tu marido haga ahora está bien hecho, por lo tanto no le digas que no.

-¿Pero qué va hacer? – pregunté yo.

Y me dijo – ya lo verás, lo verás.

-¿Lo veré? – Lo vi tanto, que en Barcelona me puse enferma y tuve que volver a

Fragmento Cría, reza y ama: https://www.youtube.com/watch?v=RJHJ9QeVydI

LEER SEGUNDA PARTE: La involución del papel de la mujer: de la II República al Franquismo


[1] Victoria Kent contribuyó a reformar el sistema penitenciario español, mejorando enormemente la calidad de vida de las presas españolas.

[2] Paquita Rico-El Beso. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=1aJdOHHRIgg

[3] Fragmento de Nodo en el documental Cría, reza y ama. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=anbI0kfi_rs

[*] Foto portada: Alegoría de la República Española (1931) Teodoro Andreu.


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